martes, 2 de octubre de 2012

Recorrido literario

Recorrdido literario publicado en Palabra Tomada, Año 3.





Shhh…
La noche es un cerro negro.
El cielo es como un pueblito
encaramado allá arriba
y las alegres estrellas,
las luces de las casitas.

Alejandro Cifra en Voces de Infancia, 2004, Bs. As.: Colihue


La noche, como espacio-tiempo ha sido representada a lo largo la historia de la literatura de diversas maneras y ha simbolizado amores, soledades, miedos, peligros, misterios, brujerías, romanticismos, clandestinidades, fiestas, alegrías, subalternidad, ensoñaciones…
Si consideramos a la noche como recorrido posible, encontramos que en el libro Cuéntame un cuadro, de Quentin Blake, la noche se asocia a sus posibilidades festivas mientras que, en Un rey de quién sabe dónde, de Ariel Abadi, podemos asociar la noche a uno de los personajes más desquiciados en torno al poder. Por otra parte, en la Pequeña niña grande, de Orlev y Gleich, la noche hace posible el contundente planteo del relato que nos interpela como adultos respecto de las cotidianeidades, urgencias y conflictos que acontecen entre “el mundo de los adultos” y “el mundo de los niños”. Además, posibilita un final circular, quizás como estrategia literaria para volver a leer, para seguir pensando…
Por otra parte, respecto de los cruces entre sueño y vigilia, La niña que iluminó la noche, de Ray Bradbury relativiza y desbarata los miedos supuestos/posibles que provoca la noche por su oscuridad.
Como podemos ver, la literatura viene a “echar luz” abordando temas complejos, haciéndolos visibles, invitándonos a hablar entre lectores sin caer en lecturas moralizantes acerca de “lo bueno, lo malo”, “el deber ser”, el “así tenemos que ser”.
Un mismo espacio-tiempo, la noche, se construye desde diferentes puntos de vista, por lo que -en la ficción- puede ser muchos espacios-tiempos.
Elegir como eje de un recorrido de lecturas temas, tipos de personajes, espacios o tiempos, nos brinda la posibilidad de:
-Ofrecer a los estudiantes una variedad de géneros, autores y formatos textuales para construir ambientes donde podamos leer juntos;
-comentar lo leído; incitar a buscar otros textos donde aparezcan esos ejes que nos propusimos recorrer;
-preparar preguntas inferenciales (y no literales) para desplegar-compartir las distintas lecturas que cada lector puede reconstruir para sí.

Por ejemplo:
- ¿En qué otros cuentos, películas, series de televisión, que hayan leído o visto, se representa la noche? ¿Les pareció que, aun siendo de día, podían imaginarse en esa noche? ¿Cómo? ¿Qué sensaciones les provocó? Es probable que estas preguntas inciten a los estudiantes a hablar de sus miedos, o de vivencias festivas, entre otras cuestiones impredecibles. Así, estamos haciendo posible experiencias estéticas vinculadas a objetos artísticos que, muy lejos de ser producidos para tratar cuestiones emocionales y/o didáctico-moralizantes, sí nos interpelan como lectores para compartir con otros nuestras vivencias, recomendar o no otras producciones, apropiarnos de mundos posibles y ver cuán relativas y complejas son algunas cuestiones. Se trata, entonces, de no privilegiar una lectura, sino de abrir el juego a la diversidad.

Las charlas entre lectores pueden ser oportunidades para que los docentes mediadores conozcamos qué consume/leen los estudiantes; qué libros han leído y, sobre todo, cuáles no han tenido la oportunidad de conocer, para así ampliar sus horizontes culturales, abrir la escuela como espacio privilegiado para acceder a la cultura escrita. Si asumimos esos desafíos, echamos a rodar experiencias estéticas que, a estudiantes y docentes, nos permiten pensar y pensarnos, hablar y hablarnos, leer y leernos.


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