viernes, 16 de septiembre de 2011

Laura Devetach en Palabra Tomada


Entrevista realizada por el Plan Provincial de Lectura a la escritora Laura Devetach, publicada en Palabra Tomada Año 2 Nº 1.

Nació en la provincia de Santa Fe, Argentina. Es Licenciada en Letras Modernas, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Ha escrito cuentos, obras de teatro y libretos de televisión. Además, ha realizado un importante trabajo de recopilación de relatos, poemas, dichos y coplas populares. Fue directora de colecciones de libros para niños; coordinadora de talleres de escritura y grupos de trabajo y reflexión sobre temas de Literatura y Literatura para niños. Ha sido y es coordinadora de talleres y encuentros con niños y adultos en escuelas y bibliotecas de todo el país y conferencista en congresos nacionales e internacionales.
El Plan Provincial de Lectura invitó a Laura a jugarse con las palabras, gesto característico de una intelectual argentina que ha decidido resistir y construir desde la producción literaria y la reflexión poco ingenua y más bien crítica de un escenario en la que ha sido pionera en nuestro país: la promoción de la lectura y la producción de literatura argentina desafiante, no estereotipada, minada de palabras jugadas y juegos de palabras. 

-¿Literatura infantil o Literatura?
La Literatura, como todas las artes, es una manifestación del ser humano que nace y se alimenta de la humanidad y su mundo social. Los escritores somos elementos de este mundo social y los lectores también. Podemos hablar de una relación dialéctica de ser humano a ser social y también, de ser humano a ser humano.
¿Qué es primero? ¿El huevo o la gallina? Creo que lo importante es esa tarea colectiva que termina definiendo qué se escribe y qué se lee en un país. De ninguna manera digo que sea una tarea homogénea e igualitaria, hay demasiada gente, demasiados niños que no llegan a leer. Salvando esta innegable realidad, podemos hablar de la eficacia de la Literatura que incluye a los niños. Ni para dejarlos ni para sacarlos de la infancia. Simplemente para alimentarlos desde la palabra y la creatividad de quienes escriben, como debería hacerse también con la música, la pintura, el teatro, el cine.
En lo personal, hace cincuenta años que ando enredada con las palabras. Pasé por muchos momentos, muchas etapas. Y siempre inicié mi escritura simplemente así: escribiendo. Luego, la decantación y el tiempo fueron, en los distintos momentos, dictando pautas. Tengo poemas y relatos que nacieron "para grandes" y fueron destinados a los chicos. Y viceversa. 
Quizás esto suceda cuando una no cree en la existencia de una sola infancia, de un solo tipo de personas, ni de un solo tipo de escritura ni de literatura. 
Hace más de cuarenta y seis años, cuando escribía, mostraba y publicaba "La torre de cubos", tuve muchas luchas. No todo fue aceptación. Por suerte a comienzos de los sesenta estaban las condiciones dadas para cierta ampliación del panorama en relación a la cultura en general. Aparece Eudeba con su enorme plan editorial masivo y luego Centro Editor de América Latina. No olvidemos a María Elena Walsh en complicidad con la música y tantas manifestaciones más de la cultura y del ámbito político social en apertura. Eso dio cabida a muchos permisos: a lo que a mí se me señalaban como incorporación de regionalismos, temáticas no muy comunes, complejidad de lenguaje, críticas sociales, etc. Es decir, una literatura  más amplia que llegaba a los niños y que se parecía poco al lenguaje y al formato escolarizado al que se estaba acostumbrado. Era la literatura contrabandeando novedades para los chicos allá por el 66.
Por eso, primero Literatura, como un río que va llevando camalotes y regalos para todos. Algo más parecido al fluir de la naturaleza, al fluir del espíritu humano, que a la confección de textos cuadrados para responder a intereses cuadrados de cierto sector de una sociedad cuadrada.         

-¿Cómo describiría usted al destinatario de sus textos? ¿Para qué sirve la Literatura?
El lector es una persona completa que tiene el derecho a sentirse tocada por la palabra poética, por las vibraciones de la ficción, del texto todo. A reaccionar con su pura individualidad, más allá de que siempre se intente marcarles pautas. Y a compartir sentimientos, sensaciones y saberes con otras individualidades dentro de un grupo social, hasta que se llega a la instancia ideal de ser lector autónomo. No hay un destinatario monolítico ni es tan fácil definirlo. Mi experiencia con lectores (y tomándome yo como lectora) me ha enseñado a no creer  semejante cosa.
Quizás suceda que al ir transcurriendo la experiencia con la palabra, van creciendo con quien escribe algunos /as interlocutores /as internos que representan a muchos de nuestros interlocutores externos. Son personitas que nos habitan. No pienso en ellas, las siento y dialogo. Ese será el diálogo que más adelante sostendrá el lector que accede al texto que escribo.
 Como lectora, dialogo mucho con los autores. Los textos nos van diciendo cosas que ellos no tuvieron la intención de decirnos. Como escritora, me consta que por los agujeros de las letras voy diciendo cosas que se me vuelan . Y menos mal que así sea, que no todo sea literal y unívoco.
Tampoco creo que la literatura ofrezca un servicio. El servicio se lo piden los seres humanos enfilados en la enseñanza, o en la búsqueda de soluciones rápidas para este maremágnun vital que nos rodea. O las empresas que quieren hacer muy útiles los libros que venden.
La literatura es una maravillosa oferta de los seres humanos que escriben para su medio, al que quizás deseen conocer más, descifrar sus enigmas, consolar y comprender dolores, compartir alegrías. Ese acercamiento es una búsqueda de compromiso. Eso mientras se conocen a sí mismos escribiendo. Como decía recién, los escritores no tenemos idea, a veces, de todo lo que decimos al escribir. Y lo decimos también para nosotros. Y es una maravilla que del otro lado de esa zonda tirada al infinito, siempre haya alguien dispuesto a recibirla para construir sentidos más amplios, distintos quizás, que a veces nos regresan y nos completan. Por eso creo en la necesidad de formar lectores autónomos, sin pautas que les hayan quedado incrustadas como semáforos para dirigir sus formas de leer, sus movimientos de conciencia.    

-¿Cómo entiende usted al rol docente-mediador de lectura, en el proceso de formación de lectores? ¿Qué reflexiones podría aportar a los docentes-mediadores de lectura respecto a criterios de selección de textos literarios?
Creo que con lo dicho se responde en parte a estas preguntas. De cualquier manera nunca se marca suficientemente que el  llamado docente- mediador debe ser primero un buen lector que está en función de formar lectores.
 Ser buen lector no significa haber consumido una gran cantidad de libros, ni tampoco muchísimos libros que hablen sobre la promoción de la lectura. Ser buen lector no tiene que ver solamente con la cantidad ni con el conocimiento de teorías sobre la profesión, sino también con el haber descubierto la lectura como una forma de enriquecer la vida. De nada vale en música conocer mucha teoría y solfeo si no entramos al plano gozoso, enigmático, de la música.
Para mí el docente que inicia en la lectura a otras personas es un acompañante eficaz que va construyendo un camino a la par de la persona que acompaña. Con todo lo que eso implica de "dejar leer" como dice Genevieve Patte, de dejar elegir, de observar y sobre todo, acompañar etapas y gustos de quien se inicia. El lector nuevo nunca viene "vacío". Trae un bagaje que quizás desconozca y que es vital para dar sus primeros pasos.
Los criterios de selección tienen mucho que ver con el equipaje que el formador de lectores ya tiene y con el que va adquiriendo en el camino en compañía de quién se inicia. El enamoramiento de las propias lecturas nos hace querer convidarlas, contagiarlas. Pero si surgen otros gustos en el camino, hay que considerarlos. Es muy importante dejar que el nuevo lector ejerza su gusto o su disgusto. Todo eso es también material de construcción y ayuda a la ampliación del mundo. Lo importante es tener claro cuál es el propio eje como lector y como docente y cuánto estamos dispuestos a permitir que el lector nuevo supere sus  etapas, profundice sus experiencias. Los docentes podemos salir  bastante cambiados por estas actividades así encaradas. Y eso es lo bueno.
Para terminar les dejo un ensalmo, una especie de buen deseo, para todos los que estamos construyendo  caminos lectores en compañía.

Que al romper la nuez
sea fácil
leer el secreto de su laberinto.


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