miércoles, 21 de julio de 2010

Educación Secundaria


Trayecto de Formación de Lectores-Mediadores

Escuchar la palabra poética, es uno de los talleres que forma parte del Trayecto de Formación de Lectores-Mediadores que el Plan Provincial de Lectura de Córdoba ofreció este año del bicentenario para los docentes de Nivel Secundario.
Compartimos con ustedes un fragmento del trabajo de la Prof. y Lic. en Letras Modernas Marcela Montoya que participó del taller con un trabajo sobre el poeta Julio Requena.


El vacío transparente de la luz

PRÓLOGO A LA POESÍA DE JULIO REQUENA
EN DE LA MENTE Y LA NUBE (1979)
por la Prof. y Lic. Marcela Montoya

¿Cómo presentar la Poesía del Poeta? ¿Qué misteriosa luz guiará mi mano para desentrañar a través de la palabra la Palabra? ¿Es la Poesía quien modela al Poeta o el Poeta modela a la Poesía? ¿Es una simbiosis Poeta-Poesía indisoluble o el Poeta sufre el proceso iniciático que lo conduce a encarnar a la Poesía, Madre e Hija a la vez de su propio Espíritu Creador? ¿Y qué papel juega en este juego el crítico, si es que acaso le toca jugar alguno, o es que sólo debe acallar su voz para que surja la Voz, el manantial de vida del Verbo Creador que sólo el Poeta, Sacerdote y Mago al mismo tiempo, puede pronunciar para crear develando la Verdad de la Vida, de los Hombres, del Cosmos, del Ser a través de la Palabra fundante, instauradora de la Realidad que es la Poesía?
"Julio Requena nació en 1931 en Río Cuarto (Pcia. de Córdoba), donde editó "Cristalomancia" (hojas literarias) y los libros "Poemas Vegetales" y "Dios en carne viva", ambos del año 1955.

Licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, se desempeñó en la cátedra de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras. dictando un seminario sobre la poesía de Leopoldo Lugones.

Ha colaborado en órganos literarios del país y del extranjero. Realizó comentarios críticos sobre libros y autores en Radio Nacional y Radio Universidad de Córdoba.

Fue Subdirector de Cultura de la Provincia (1964-1965).

En 1965 viajó a Saanen, Suiza, para conocer al pensador espiritualista Jiddu Krishnamurti, del cual ha publicado numerosos artículos y una paráfrasis en verso de sus enseñanzas: "Krishnamurti y las Raíces del Cielo" (1986).

Su obra consta, hasta la fecha, de 36 libros de poesía publicados; ensayos, 14 libros; cuentos: 2 libros; 1 novela, y 1 obra teatral".

Hasta aquí los datos biográficos del Poeta Julio Requena que figuran en uno de sus libros. Los datos que hacen a la parte inesencial de la vida y obra del Poeta, adyacentes, y por tanto que escapan a su plenitud creadora como proceso vivencial permanente de investigación y autodescubrimiento revelador.
Julio Requena ES Poeta, más allá de sus libros. Esto significa que la Poesía respira en sus palabras más allá de las páginas escritas porque el Espíritu de la Poesía habita en él hecho carne. En Julio Requena asistimos a la palabra poética que se interna en la reflexión filosófica y en la vivencia espiritual y mística, desnudando diversos aspectos de la vida, desvistiendo heridas para empoderarlas con la luz de la compasión. No poco tiene que ver en el recorrido del Poeta el filósofo hindú Jiddu Krishnamurti, a quien Requena conoció en forma personal en su viaje a la India en 1965. Poesía y reflexión filosófica, a través de la Unidad de la Palabra Creadora, Palabra y salto al vacío de la meditación, en busca de desmontar los andamiajes sociales que alejan al hombre de su verdadero Ser, de su Esencia espiritual de niño inocente en asombro reverente ante la vida. Krishnamurti habla de los condicionamientos a los que la mente humana es sometida desde la más tierna infancia, adiestrando y disciplinando a los niños y jóvenes a través de los diversos sistemas que encierran las ideologías, las religiones, la educación, etc., de tal forma que el niño pierde su natural asombro, la capacidad creadora de ver las cosas siempre por primera vez, el amor, la compasión por los seres y la vida y el respeto primordial y sagrado que surge de ellos. En Julio Requena todo esto está presente trasvasado en el lenguaje poético de las imágenes y metáforas que nos conectan directamente con la naturaleza y la imponderable magia del universo. La mente se remonta como barrilete arrastrada por la nube en vuelo fulgurante, desnudada de la humana personalidad egocéntrica, persiguiendo su esencia y su natural luz. La mente abandona los grilletes de la prisión con que ha sido encarcelada desde tiempos inmemoriales, con la dolorosa carga de la memoria colectiva impregnada de odios y guerras, de individualismo y competencia egoica. El Poeta se desviste de la carga social con la que se ha pretendido esclavizarlo, se libera cual si fuera un Prometeo encadenado condenado a la prisión de la roca y a protagonizar el espectáculo de ver devoradas sus entrañas cada día por el buitre, a causa de intentar robar el fuego sagrado de los dioses… Y es que el fuego de los dioses también lo es del Poeta en tanto asume su misión de develador y Creador del Universo. El fuego le pertenece porque Él ha encarnado la Palabra de la Poesía, más allá del tiempo y la memoria, más allá de la ilusión y la vana apariencia de los seres y las cosas:
Quedar fuera del tiempo,
como el aire
dentro del fuego,
al fondo
de la llama,
y asir la vastedad de los orígenes
detrás de la apariencia.

(De la mente y la nube 2, p. 6)
Volver a los orígenes, descubriendo el Ser original en la primera luz de la que procedemos y reinstaurar la Unidad con el Todo trascendiendo los límites del conocimiento intelectual desde la comprensión del Ser que establece fusión y no distancia:

Sólo cuando no hay distancias
entre el árbol y nuestra sombra
podemos reasombrarnos,
reconocernos uno con el todo.

Cuando el ojo ve de verdad
no hay conocimiento sino comprensión.

Mira sólo la luz,
la incontenible embarcación
de la luz,

(La primera luz, p. 8)
La luz es la clave de fusión del Ser con el Todo, despojado de toda limitación y condicionamiento de la humana personalidad del yo egocéntrico:

Esta luz, piel, esta luz
innumerable.

Lo inapelable,
lo ininterrumpido
que nos arroja hacia otra luz
y otra luz
centellante.

La total luz de nuestro ser
sin principio ni fin
que se vuelve esta luz…

Esta luz y nosotros.

Nosotros:
la luz aún
inacabada…
(Esta luz, p. 10)
La luz, además, tiene la capacidad de desenterrar el Espíritu, penetrando en la profundidad de uno mismo donde vive guardado, empolvado hasta que la luz lo ocupa todo y lo libera en la vivencia iluminada de la meditación:

Esta luz desempolvándose,
desenterrándonos el espíritu
de la meditación.

Ocupándonos, existiéndonos,
sobreviviéndonos.

Todo permanece
bajo el incendio inmaterial
de esta luz.
(Desenterrando el espíritu, p. 12)
La naturaleza y el paisaje reemplazan a la cultura, lo creado por el hombre en tanto es producto de una intención y voluntad que corrompe la naturaleza original, libre, sin intención, sin voluntad, sólo entregada al fluir del Eterno Presente, del instante fulgurante de la luz que traspasa y bendice a sus criaturas.:

Anchura,
desbordamiento,
extensión
restallante en luces
de la inmensidad…

Aquí, en la conversión al paisaje,
qué sentido tiene
la música del disco,
las inmóviles pinturas
colgadas entre paredes,
los poemas
escritos a máquina,
tan lejos de vivencias auténticas.

(Es preciso, en cambio,
ver el mural encendido del crepúsculo,
oír el murmurante reguero del arroyo,
resolver las sílabas que brotan
de las manos
al acariciar
el perfil indígena de un caballo).

¡Sólo confirmar esta plena libertad
de ver sin los móviles de la voluntad!
(Libertad en paisaje, p. 15)
El Poeta plantea, con reminiscencias de la dualidad órfica, maniquea y cristiana, el juego de la luz y la sombra, la elección entre el pasado de la humanidad que se remonta hasta un presente de dolor y en contraposición, la luz del instante, desembarazado de la sombra, trascendiéndola en la plenitud del Ahora a través de la gracia de la luz liberadora:

Preferimos la historia anochecida,
los campos de concentraciones,
la sombra uterina del sexo
violado.

Para qué hablar si el inconsciente
monologa entre sombras de miedos
y supersticiones.

(Nuestra sombra original
dejarla atrás,
como un simio instintivo
guarecido entre pinturas rupestres).

Padecer la luz
hasta despertar clarividente
de lo que no debe suceder.

Lo que no tiene que ocurrir
si se quiere
que el hombre sobreviva
gracias a la luz.
(Clarividencia, p. 26)

El Poeta se desnuda de todos los vestigios de cultura que suponen el condicionamiento a través del cual la sociedad ha impreso su sello, hasta tal punto que se desprende de la palabra nombradora y en su lugar deja que las cosas y los seres se expresen por sí mismos en la sencilla plenitud de ser ellos mismos, sin ningún nombre que los limite ni establezca las controversias propias del egoísmo separador y soberbio:

Volver a tu humilde sendero
que no conduce a ninguna
fábrica de armamentos,
el sendero que lleva hacia el olvido
de la palabra.

¡Por favor, no llames, palabra,
no llames por nuestro nombre
que establece envidias, discusiones,
egoísmos y soberbias!

Porque ninguna palabra
puede crear
este sauce lentamente dibujado
por la llovizna.

Ese cuadro magnífico de la sencillez
que nadie puede firmar…
(Oh sencillez, p. 28)

El Poeta descubre que la soledad es un espacio comunicante con los demás, en donde el yo se conjuga con el nosotros y el mío desemboca en el nuestro, ya que toda separación es sólo ilusión en la no existencia real del yo:

Descubrir que no hay yo,
comprobar que cada uno es
su peregrinaje a los demás.

Ilusión esta mano
si no anida en otra mano.
Ilusión la palabra mío
si no se conjuga con el nuestro.
Ilusión el plato humeante
si no come el que nos sirve.
(Soledad, p. 29)

A su vez, la soledad es el aprendizaje que deviene en contemplación, con la mirada atenta sin el parloteo del yo con sus pensamientos e ideas preconcebidas. Se trata nada más ni nada menos que de la desaparición del yo en la fusión con el Todo atravesado de naturaleza y luz:
La contemplación:
el aprendizaje
de la soledad.

Todo el silencio
atravesando sin herir
con su brillante puñalada de río…

(La contemplación, p. 30)
El Poeta asiste al ritual litúrgico que celebra la naturaleza, reemplazando los ritos que celebran las diversas religiones establecidas culturalmente. La belleza de la naturaleza se manifiesta en su plena potestad de ser religión en sí misma, más allá de las religiones inventadas por el hombre y su cultura y que sólo suponen una parte más del condicionamiento social que impide justamente vivenciar la Verdad manifestada en todo su esplendor en la naturaleza, de la cual como seres formamos parte indisoluble en nuestra ligazón con la Totalidad:

Acá, en las sierras,
la luz tiene olor a mar,
y es el mar
coagulado de luz,
y las sierras
consagrando al sol
sobre el altar de piedra
del naciente.
(Tanta belleza, p. 31)

A su vez, el oro como símbolo de la riqueza material en la sociedad, es reemplazado por el “oro solar” y las “pepitas de oro” de las flores del aromo en primavera, estableciendo así una nueva escala de valores independiente de los valores pecuniarios o monetarios con los que se rige la sociedad actual:

Manchas, superficies, tonos,
condecoraciones del oro solar
colgando del pecho desnudo,
y las pepitas de oro
del aromo en primavera,
oh invasiones
repentinas
de la Belleza.
(Ibidem.)

El Poeta en su misión de develar la Verdad debe descorrer los velos del misterio, levantando el velo de Isis para contemplar el verdadero rostro de la realidad. Por ello clama por la detención del misterio impuesto como una barrera externa para vivir el propio milagro de Ser Sí Mismo:

…Ahora, la detención del misterio, ahora,
para que vivamos
nuestro propio milagro deslumbrante…
(Ibidem.)

La máxima expresión de la vida a través del sol permite la demolición de los pensamientos, la aniquilación del yo en el salto al vacío de la meditación que une al Poeta con lo Absoluto y revela el opuesto de la vida, su hermana gemela, la muerte, pero la muerte vivenciada no como tragedia sino como proceso natural, sencillamente esperado:

Inmóvil,
demoliendo la frente
para que salgan los pensamientos,
sintiendo cómo el corazón
entra en meditación con lo Absoluto.

Tomar sol,
ser el sol,
y esperar,
sencillamente,
la silenciosa y dorada,
la detenida
velocidad
purísima
de la muerte…
(Tomar sol, p. 32)

Silencio, salto al vacío, desaparición del yo, permiten el resurgimiento de la inocencia que se traduce en la verdadera acción, la cual consiste en la comunión del observador con lo observado, sin separación ni interferencias de la mente egoica. Krishnamurti sostiene que lo interior es lo exterior, de modo que la separación es sólo ilusoria y es la fuente de todos los conflictos. El conflicto interior del hombre consigo mismo se traduce en el conflicto exterior evidenciado, por ejemplo, a través de las guerras. En el fluir de la corriente de la Vida, a la cual se sube el Poeta a través del vacío de la meditación que instala la conciencia de la Eternidad del instante, se manifiesta la Pureza intocable, incorruptible:

¡Eternidad que convives con nosotros
y creemos pasajera!

Sólo estando en pleno silencio
-como un reloj detenido-
no hay más pensamientos,
ilusiones,
impulsos desgastándonos.

Y detrás de la frente se vislumbra
la génesis del instante,
porque hay una observación situada
desde el otro lado
del ojo sin recuerdos:

la corriente,
la corriente armoniosa,
la corriente armoniosa que fluye sin orillas,


Ahí, creciendo desde siempre,
la Pureza intocable…
(Oh Pureza, p.p. 33-34)

En Julio Requena, asistimos a una Poesía rica en metáforas e imágenes visuales que intentan traducir el lenguaje colorido y rutilante de la naturaleza a la palabra humana, la que se vuelve Palabra en boca del Poeta que instaura y devela la Realidad. Para ello muchas veces debe ceder la Palabra a su hermano gemelo, el Silencio, para que hablen los seres en su Esencia de Ser manifestada. La meditación permite la vía de acceso al Ser más allá de toda Palabra, a la esencialidad de lo Real, a la Verdad expresada en la sencillez de la Vida viviéndose a sí misma en su eterno fluir de instante en instante, y a la que el Poeta se acopla presintiendo que como Ser forma parte del Todo y que toda barrera establecida por el egoísmo individualista es sólo ilusión.
La Filosofía y la vivencia espiritual y mística coadyuvan en la Misión del Poeta de iluminar el camino iniciático a partir de su propia iniciación que lo llevó a encarnar la Palabra que nombra, instaura y devela lo Real pero en que su máxima expresión deviene en Silencio meditativo en el que el Ser se vive y expresa a Sí Mismo.

De la mente y la nube, tal el nombre del presente volumen, del cual hemos procedido a hacer una selección de trece poemas en un intento de acercar la obra al lector. Selección, que anticipamos, es caprichosa, como todas pueden serlo, ya que obedece a la particular óptica, al gusto personal, a lo que más vibra y resuena con uno.
Sólo resta acallar la propia voz para que hable la Voz del Poeta. He aquí, transparentada en el hondo vacío de la Luz, en el rito inaugural del Verbo Creador, Su Palabra.

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