Jorge Cuello, Acrílico sobre tela, 2009
Entrevista realizada por el Plan Provincial de Lectura al artista plástico Jorge Cuello, publicada en Palabra Tomada Año 1 Nº 0.
Jorge Cuello es artista plástico hace más de veinte años. Lo caracterizan la sensibilidad, espontaneidad, sonrisa, agudas observaciones, compromiso social como artista…
Sus obras se encuentran en múltiples soportes, desde libros de Adela Basch, María Elena Walsh, Laura Devetach, Mariano Medina, Javier Villafañe; paredes minadas de pinturas, como en el Museo de los Niños o Fundación La Luciérnaga; revistas culturales, señaléticas, logos, íconos: arte visual.
El Plan Provincial de Lectura le propuso dialogar. La cita fue en el emblemático Cine Club Hugo del Carril. Hablamos de artes plásticas, rodeados de arte cinematográfico.
Jorge explicitó convicciones, también habló con las manos, los ojos, gestos vehementes. Habló de leer, de mirar.
Insistió al responder: “mirá”.
Se definió como artista visual figurativo desde sus estudios de Anatomía, como Leonardo Da Vinci.
Insistió en el lenguaje visual como una zona intuitiva, primitiva, que necesita “escaparse” de los controles de la razón.
Se posicionó como padre de seis hijos y los nombró como su fuente de alimento.
Explicitó una mirada crítica sobre la educación, lo hizo como hijo de una docente, alumno en la década del setenta y padre en las décadas de los ochenta, noventa y actualmente.
Sus apreciaciones, en varias oportunidades, fueron enunciadas como preocupaciones respecto a qué les ofrecen los padres a sus niños para mirar en la televisión; cómo las editoriales manipulan a los destinatarios niños y desde dónde se posibilita o no a que los niños se expresen en la escuela.
Cuello puso de manifiesto su compromiso como artista diciendo: “La única forma de solucionar este planeta es haciéndose cargo de los problemas”. Y fuimos testigos de una primicia: se dedicará a la docencia.
Con la generosidad expresiva con la que sostuvo todo el encuentro aclaró que no se considera un anarquista, sino “nada más (y nada menos, entiende el Plan de Lectura) una persona sensible”. Y aclaró: “No se metan con el arte. Si empiezan a meterse en eso, se equivocaron, porque es lo único que tiene el humano de libertad absoluta, la única posibilidad de brillar en este mundo”.
Como artista plástico vinculado a textos literarios considerás que has sido/sos ¿ilustrador, primer lector, co-autor, autor?
Mirá, yo tengo un problema respecto a eso. Para mí es un laburo, o sea, en un laburo la condición la maneja quien lo administra. Yo me siento parte de una mecánica que en realidad me parece ocupar un lugar muy positivo. El hecho de que formo parte de una actividad en donde todos tienen un código: “son del palo”. Es decir, no hay, no he encontrado ningún obstáculo para manifestarme.
Lo que tiene que ver con el lugar que he ocupado hasta ahora, mirá… sobre todo he hecho literatura infantil, en la cual en realidad siempre los móviles han sido mis propios hijos.
Yo tengo seis hijos y, de alguna manera, he acompañado todo el tiempo su crecimiento con esta actividad. Todo el tiempo me estoy alimentando de lo que veo en ellos, cómo ellos reciben la historia. Y en lo personal, siempre me quedó esa… -me queda, después de terminar un trabajo, esa sensación de ¿por qué no aprendió a dibujar el que escribió?… porque siempre hay “una cosa” que te deja insatisfecho.
Es decir, hablar de una co-autoría… en realidad es fortuita. Sí, fluye más con unos escritores que con otros, pero en definitiva, creo que el hecho de decir “autor” significaría comenzar “desde el vamos” con la idea. El hecho de incorporarte a una energía que ya tiene una forma muy puntual.
Éste es un mercado -el de la literatura infantil- que está, no manipulado, pero sí muy dirigido. No es que se plantea, de pronto, la posibilidad de quitar cualquier posibilidad expresiva, sino que se va limitando; y las grandes (refiriéndose a las editoriales) mucho más…
Cuando trabajás a pedido, siempre hay parámetros…
Completamente. El último libro que ilustré para una editorial de Córdoba tiene cinco versiones, por ejemplo. Es decir, de pronto, la primera versión que fue mi intuición, la que representaba, en alguna manera, mi visión de ese texto, luego fue siendo modificada, mochada, variada, hasta poder adaptarla a un mercado que tenía que ver entre los dos y tres años. Con un concepto de editorial de que “eso iba a ser mejor para un chico de dos o tres años”.
Entonces siento todo el tiempo mucha voluntad de servicio, pero siempre con mucha limitación. Es decir, hay un sistema que no me pertenece y en el cual formo parte por trabajo, por una necesidad.
En el caso de 1492 (CEDILIJ 2002), ahí sí: autor.
Mirá en eso, también, es como si fuera una situación, no de especular, pero sí que tenía que ver con el hecho de que festejaban… bah “se festejaba”… se recordaban los millones de años de esclavitud, entonces, en alguna medida, fue parte de una reacción colectiva frente a ese evento.
En este caso, tomé la historia que tenía para mí un significado de la infancia, con elementos que habían formado parte de mi vida. Entonces fluyó el hecho de hablar desde ahí y encontré un código que le dio forma a ese libro.
Pero no encontré luego ninguna situación en la que se repita eso. En este momento me lo estoy planteando por una incomodidad. Como te decía recién, por una incomunicación con los escritores.
Pero en lo que tiene que ver conmigo todavía no ha salido una forma. Es decir, a lo mejor porque estoy muy condicionado, ya hace más de veinte años que soy ilustrador y a lo mejor me cuesta arrancar, ver desde dónde puedo yo plantear otra historia, como ocurrió en el caso de 1492.
En relación con la noción de “niño” que tienen las editoriales, ¿cómo te lo planteaste a tu destinatario?
Eso es lo que cerraría, es lo que, en este momento, me tiene en situación de ver cómo yo puedo empezar a producir ese material.
Creo que hay una necesidad de mercado para desarrollar “la ñoñez” en los niños.
A todos creo que les resulta muy copado que un niño no tenga ningún rasgo que altere una posibilidad de controlarlo. Hay toda una situación de adoctrinamiento para que ese niño en alguna manera se apelmace. En vez de “abrirle” la historia, el juego, y poner elementos… que el chico, me parece mí, los tenga mucho más cercano a su necesidad. Creo que “están pavimentando el camino del Inca”. Eso lo dijo Yupanqui, no yo.
Y en tu proceso de producción de obra, te permitís jugar…
Yo ahí vuelvo al punto en el cual creo que existe la comunicación como la base de esto. El móvil, en realidad, es que hay una persona que quiere comunicar algo. Esa posibilidad de comunicar en realidad, se va desarrollando a partir del lenguaje. Es decir, el lenguaje puede ser escrito, visual. Y en el caso mío siempre fue visual.
En realidad muchas veces creo que me juega en contra cuando intervengo mucho intelectualmente los trabajos, por el hecho que creo que ese lenguaje baja de “otro lado”, no tiene que ver con lo intelectual, con el pensamiento, con la razón, sino que obedece más a otro sitio que, me parece, está más ligado a lo intuitivo, lo primitivo. Es la conexión con algo que, de alguna manera, está fuera de lo educado, trabajado, elaborado.
A lo que estoy arribando ahora es a comenzar a contar historias que no se entiendan. Es un buen comienzo y creo que estoy en eso.
En este tema del que estamos hablando –la literatura infantil- “se pasan de mambo” con lo pedagógico.
Entonces, en vez, la autoridad que a vos te pone como “dueño del conocimiento”, es al revés: darle la posibilidad al otro de que descubra el significado de las piezas…
¿Un caso sería El gran Bonetón, por ejemplo?
Mirá, creo que El gran bonetón todavía adolece de esa cosa de “la necesidad de agradar”. Es decir, eso tiene que ver conmigo, indudablemente, pero más allá de eso, nace en un momento en que yo tomo consciencia acerca de lo que significaba esta historia del artista que en realidad está ocupando una función cada vez más de divertimento y acompañamiento de placer.
Entonces hay “esa cosa” que para mí significa que hay una instancia que yo le llamo la instancia poética, en la cual ahí baja a vos una imagen, una historia, una palabra que, en alguna manera, forman parte de una rompecabezas que es mucho más interesante que el hecho de contar cualquiera de las historias.
¡Ojo!, como dije en un comienzo, formo parte de algo que está muy copado, que tiene que existir, que no puede dejar de existir. Un niño tiene que leer de Patoruzú hasta, qué se yo, El principito.
Pero, como hacedor de eso, yo me estoy exigiendo todo el tiempo que exista otra posibilidad de esto.
No tiene que ver con que vos contés o no historias… Isol, por ejemplo, es una ilustradora que ha encontrado un lenguaje personal que está en el límite de lo abstracto y toca temas, todo el tiempo, muy puntuales.
Es como que estoy tratando de “despegarme” de mi propio concepto de tener que hacer las aventuras de un “Super Hijitus”. Siento que tengo “el mandato”. Yo estoy tratando de romper eso, y cuesta, porque significa “salirme del plato”.
Realmente me estoy mandando en una búsqueda que hasta el momento no tiene ningún destino. Es decir, no sé si va a ser libro…
Pero en esa búsqueda hay una expectativa en el otro…
Yo visualizo el producto, o sea, concretamente, te estoy hablando de algo que es azul, que tiene unas rayitas rojas y amarillas, el problema es que no voy a llegar “a eso”, simplemente, repitiendo una imagen. Es mecánica de muchos artistas… por eso digo que el intelecto a mí me complica. Es decir, si yo agarrara y pintara el cuadro azul con las rayitas, indudablemente, eso provocaría el mismo resultado, pero yo lo tengo que entender.
Y ¿cómo interviene en esa comunicación que vos decís, lo figurativo con lo abstracto?
Es indistinto, ¿vos sabés? Es decir, la historia te transmite algo que está, directamente, relacionado con la sensibilidad del tipo que la transmite. Yo, por ejemplo, soy un tipo figurativo porque me sale la figuración. Tuve que hacer un trabajo de estudio. Yo estudié Anatomía, como Leonardo, disecando cadáveres. Entonces, en alguna manera, eso se me quedó fijado. Yo sé de dónde se inserta un músculo, hasta dónde va; cómo se engancha un hueso con el otro; dónde está el corazón, qué tamaño mide. Lo vi, lo olí. Esas son cosas muy fuertes, porque, a la vez, las viví. O sea, todo estudiante de Medicina hace eso y yo en realidad tuve esta posibilidad por haber estado metido en ese momento. Desde otro lugar se vería como una cosa casi cruel y macabra. Sin embargo, eso, científicamente, está aceptado. Esa es mi formación, por eso yo soy figurativo.
¿Podría ilustrarse la literatura infantil con ilustraciones abstractas?
Sí, creo que ese es como el destino. A eso estoy yendo yo. Cuando les hablaba de ese cuadro azul con las rayitas, que tiene que ver con que en realidad se arma esto como si fuera la intención que yo veo, por ejemplo, en mis niños, que vuelvo a decir que son mi ejemplo y mi fuente de alimento porque todo el tiempo estoy tomando sus imágenes y reelaborándolas.
Mi primer hijo, que ahora va a ser Psicólogo, tenía unos íconos, que eran sus casitas, que él repetía, como todo niño que va repitiendo como una cosa casi ritual que tiene. Y de pronto, yo tomé ese elemento como parte de la obra, como disparador de la obra.
Ahora trabajo para el Jardín de mis hijos Jerónimo y Magalí. Con diseños de Jerónimo hice que los niños del jardín rediseñaran los diseños de él y a su vez, yo rediseñé el diseño de los niños del jardín.
Entonces, en alguna manera, estoy tratando todo el tiempo de ver de qué manera el niño se adueña de eso y lo comunica. Por eso, no es que esté en contra de esta especulación o este manipuleo, pero es el mismo problema que tengo con la educación.
Creo que la educación es autoritaria. He estado haciendo talleres con docentes y el mayor enemigo del arte en las escuelas es el maestro. O sea, decididamente.
¡Vi una maestra forcejear con un niño el lápiz para manejarle a dónde tenía que ir la raya!
Una seño de grado…
Una seño de grado, que en realidad es la que está con el chico. Mirá, las asignaturas, peor, peor. Yo no creo en las asignaturas y los programas son algo que van muy en contra... y no lo digo porque… tráiganme al Ministro de Educación, yo no tengo problema… (risas)
A mí me han planteado, en un momento en el que hago un trabajo, unos cuadernillos, en donde resuelvo -siguiendo con esto que les estoy contando- un personaje que era una mezcla de Sendra, Quino, porque, en realidad, me alimenté de la figuración que los niños ya tenían incorporada y me parecía que una de las cosas más copadas que yo podía ver en esto era la falta de soporte real. Es decir, poder plantear una comunicación más expresiva, en la cual el niño se identificara a partir de la mancha, de la imperfección. Expuse esto en una de las muestras que se hizo, en el Pabellón Argentina, de las obras censuradas.
¿Se acuerdan que estuvieron los curas de nuevo censurándolas?
Bueno, yo expuse ahí las correcciones que me hace una Ministra. Ella marcaba globitos y me contaba los dedos que había dibujado en las manos. Entonces decía, “le faltan dos dedos”, “le falta…” ¿Me entendés?
¡Las Superpoderosas no tienen ningún dedo!, por ejemplo. Y a la Superpoderosa, si se le acerca un chico y ella le dice, “la teoría de la relatividad es así” te juro que ese chico entiende la teoría de la relatividad, inmediatamente, porque creo que lo que no se atiende es a eso.
Es decir, han tenido mucha necesidad de controlar, que en realidad ése siempre es el móvil. En una sociedad, en donde, de pronto, deja manifestar situaciones de irregularidad, se le arma un lío bárbaro. Y sale a la luz que realmente hay problemas, lo cual es la única alternativa que tiene el humano, porque no cree que la única forma de solucionar este planeta es haciéndose cargo de los problemas.
No planteo esto como si fuera “una cosa de víctima”.
Entonces esa cosa de estar vedado hace que los niños, cuando empiezan sobre todo, tengan una gran competencia con “lo que es el mundo racional”. Es como si, de pronto, se hubiera aceptado que “la razón común”, “el común denominador” fuera “la realidad”.
Eso no es “la realidad”, que en el caso de aplicarlo a un niño lo está condicionando a que, justamente, se manifiesten las soluciones de los problemas. Yo creo que en esta cadena biológica hay una ergonomía en la cual, realmente, hay una armonía entre los habitantes de este sitio. Si la gente se relajara esto funcionaría. Debería ocurrir esa historia del feeling. Esa historia de la empatía que cree que es generadora de mucha energía. O sea, todo está planteado para aislar y para, de alguna manera, quitarle potencia a la acción individual. Yo no creo en eso. En principio, no soy de ningún club de fútbol, lo cual habla de que no participo en ninguna agrupación, no soy parte de nada, y sin embargo, tengo la posibilidad de formar parte de este todo. En realidad, es como que lo que me cabe a mí es nada más; en este momento pienso ponerme en un lugar de trabajo ya más consciente con relación a eso. Lo primero que voy a hacer son talleres. O sea, me dedico a la docencia.
Pero qué bien…
Sí, es una novedad que acabo de plantear.
Sus obras se encuentran en múltiples soportes, desde libros de Adela Basch, María Elena Walsh, Laura Devetach, Mariano Medina, Javier Villafañe; paredes minadas de pinturas, como en el Museo de los Niños o Fundación La Luciérnaga; revistas culturales, señaléticas, logos, íconos: arte visual.
El Plan Provincial de Lectura le propuso dialogar. La cita fue en el emblemático Cine Club Hugo del Carril. Hablamos de artes plásticas, rodeados de arte cinematográfico.
Jorge explicitó convicciones, también habló con las manos, los ojos, gestos vehementes. Habló de leer, de mirar.
Insistió al responder: “mirá”.
Se definió como artista visual figurativo desde sus estudios de Anatomía, como Leonardo Da Vinci.
Insistió en el lenguaje visual como una zona intuitiva, primitiva, que necesita “escaparse” de los controles de la razón.
Se posicionó como padre de seis hijos y los nombró como su fuente de alimento.
Explicitó una mirada crítica sobre la educación, lo hizo como hijo de una docente, alumno en la década del setenta y padre en las décadas de los ochenta, noventa y actualmente.
Sus apreciaciones, en varias oportunidades, fueron enunciadas como preocupaciones respecto a qué les ofrecen los padres a sus niños para mirar en la televisión; cómo las editoriales manipulan a los destinatarios niños y desde dónde se posibilita o no a que los niños se expresen en la escuela.
Cuello puso de manifiesto su compromiso como artista diciendo: “La única forma de solucionar este planeta es haciéndose cargo de los problemas”. Y fuimos testigos de una primicia: se dedicará a la docencia.
Con la generosidad expresiva con la que sostuvo todo el encuentro aclaró que no se considera un anarquista, sino “nada más (y nada menos, entiende el Plan de Lectura) una persona sensible”. Y aclaró: “No se metan con el arte. Si empiezan a meterse en eso, se equivocaron, porque es lo único que tiene el humano de libertad absoluta, la única posibilidad de brillar en este mundo”.
Como artista plástico vinculado a textos literarios considerás que has sido/sos ¿ilustrador, primer lector, co-autor, autor?
Mirá, yo tengo un problema respecto a eso. Para mí es un laburo, o sea, en un laburo la condición la maneja quien lo administra. Yo me siento parte de una mecánica que en realidad me parece ocupar un lugar muy positivo. El hecho de que formo parte de una actividad en donde todos tienen un código: “son del palo”. Es decir, no hay, no he encontrado ningún obstáculo para manifestarme.
Lo que tiene que ver con el lugar que he ocupado hasta ahora, mirá… sobre todo he hecho literatura infantil, en la cual en realidad siempre los móviles han sido mis propios hijos.
Yo tengo seis hijos y, de alguna manera, he acompañado todo el tiempo su crecimiento con esta actividad. Todo el tiempo me estoy alimentando de lo que veo en ellos, cómo ellos reciben la historia. Y en lo personal, siempre me quedó esa… -me queda, después de terminar un trabajo, esa sensación de ¿por qué no aprendió a dibujar el que escribió?… porque siempre hay “una cosa” que te deja insatisfecho.
Es decir, hablar de una co-autoría… en realidad es fortuita. Sí, fluye más con unos escritores que con otros, pero en definitiva, creo que el hecho de decir “autor” significaría comenzar “desde el vamos” con la idea. El hecho de incorporarte a una energía que ya tiene una forma muy puntual.
Éste es un mercado -el de la literatura infantil- que está, no manipulado, pero sí muy dirigido. No es que se plantea, de pronto, la posibilidad de quitar cualquier posibilidad expresiva, sino que se va limitando; y las grandes (refiriéndose a las editoriales) mucho más…
Cuando trabajás a pedido, siempre hay parámetros…
Completamente. El último libro que ilustré para una editorial de Córdoba tiene cinco versiones, por ejemplo. Es decir, de pronto, la primera versión que fue mi intuición, la que representaba, en alguna manera, mi visión de ese texto, luego fue siendo modificada, mochada, variada, hasta poder adaptarla a un mercado que tenía que ver entre los dos y tres años. Con un concepto de editorial de que “eso iba a ser mejor para un chico de dos o tres años”.
Entonces siento todo el tiempo mucha voluntad de servicio, pero siempre con mucha limitación. Es decir, hay un sistema que no me pertenece y en el cual formo parte por trabajo, por una necesidad.
En el caso de 1492 (CEDILIJ 2002), ahí sí: autor.
Mirá en eso, también, es como si fuera una situación, no de especular, pero sí que tenía que ver con el hecho de que festejaban… bah “se festejaba”… se recordaban los millones de años de esclavitud, entonces, en alguna medida, fue parte de una reacción colectiva frente a ese evento.
En este caso, tomé la historia que tenía para mí un significado de la infancia, con elementos que habían formado parte de mi vida. Entonces fluyó el hecho de hablar desde ahí y encontré un código que le dio forma a ese libro.
Pero no encontré luego ninguna situación en la que se repita eso. En este momento me lo estoy planteando por una incomodidad. Como te decía recién, por una incomunicación con los escritores.
Pero en lo que tiene que ver conmigo todavía no ha salido una forma. Es decir, a lo mejor porque estoy muy condicionado, ya hace más de veinte años que soy ilustrador y a lo mejor me cuesta arrancar, ver desde dónde puedo yo plantear otra historia, como ocurrió en el caso de 1492.
En relación con la noción de “niño” que tienen las editoriales, ¿cómo te lo planteaste a tu destinatario?
Eso es lo que cerraría, es lo que, en este momento, me tiene en situación de ver cómo yo puedo empezar a producir ese material.
Creo que hay una necesidad de mercado para desarrollar “la ñoñez” en los niños.
A todos creo que les resulta muy copado que un niño no tenga ningún rasgo que altere una posibilidad de controlarlo. Hay toda una situación de adoctrinamiento para que ese niño en alguna manera se apelmace. En vez de “abrirle” la historia, el juego, y poner elementos… que el chico, me parece mí, los tenga mucho más cercano a su necesidad. Creo que “están pavimentando el camino del Inca”. Eso lo dijo Yupanqui, no yo.
Y en tu proceso de producción de obra, te permitís jugar…
Yo ahí vuelvo al punto en el cual creo que existe la comunicación como la base de esto. El móvil, en realidad, es que hay una persona que quiere comunicar algo. Esa posibilidad de comunicar en realidad, se va desarrollando a partir del lenguaje. Es decir, el lenguaje puede ser escrito, visual. Y en el caso mío siempre fue visual.
En realidad muchas veces creo que me juega en contra cuando intervengo mucho intelectualmente los trabajos, por el hecho que creo que ese lenguaje baja de “otro lado”, no tiene que ver con lo intelectual, con el pensamiento, con la razón, sino que obedece más a otro sitio que, me parece, está más ligado a lo intuitivo, lo primitivo. Es la conexión con algo que, de alguna manera, está fuera de lo educado, trabajado, elaborado.
A lo que estoy arribando ahora es a comenzar a contar historias que no se entiendan. Es un buen comienzo y creo que estoy en eso.
En este tema del que estamos hablando –la literatura infantil- “se pasan de mambo” con lo pedagógico.
Entonces, en vez, la autoridad que a vos te pone como “dueño del conocimiento”, es al revés: darle la posibilidad al otro de que descubra el significado de las piezas…
¿Un caso sería El gran Bonetón, por ejemplo?
Mirá, creo que El gran bonetón todavía adolece de esa cosa de “la necesidad de agradar”. Es decir, eso tiene que ver conmigo, indudablemente, pero más allá de eso, nace en un momento en que yo tomo consciencia acerca de lo que significaba esta historia del artista que en realidad está ocupando una función cada vez más de divertimento y acompañamiento de placer.
Entonces hay “esa cosa” que para mí significa que hay una instancia que yo le llamo la instancia poética, en la cual ahí baja a vos una imagen, una historia, una palabra que, en alguna manera, forman parte de una rompecabezas que es mucho más interesante que el hecho de contar cualquiera de las historias.
¡Ojo!, como dije en un comienzo, formo parte de algo que está muy copado, que tiene que existir, que no puede dejar de existir. Un niño tiene que leer de Patoruzú hasta, qué se yo, El principito.
Pero, como hacedor de eso, yo me estoy exigiendo todo el tiempo que exista otra posibilidad de esto.
No tiene que ver con que vos contés o no historias… Isol, por ejemplo, es una ilustradora que ha encontrado un lenguaje personal que está en el límite de lo abstracto y toca temas, todo el tiempo, muy puntuales.
Es como que estoy tratando de “despegarme” de mi propio concepto de tener que hacer las aventuras de un “Super Hijitus”. Siento que tengo “el mandato”. Yo estoy tratando de romper eso, y cuesta, porque significa “salirme del plato”.
Realmente me estoy mandando en una búsqueda que hasta el momento no tiene ningún destino. Es decir, no sé si va a ser libro…
Pero en esa búsqueda hay una expectativa en el otro…
Yo visualizo el producto, o sea, concretamente, te estoy hablando de algo que es azul, que tiene unas rayitas rojas y amarillas, el problema es que no voy a llegar “a eso”, simplemente, repitiendo una imagen. Es mecánica de muchos artistas… por eso digo que el intelecto a mí me complica. Es decir, si yo agarrara y pintara el cuadro azul con las rayitas, indudablemente, eso provocaría el mismo resultado, pero yo lo tengo que entender.
Y ¿cómo interviene en esa comunicación que vos decís, lo figurativo con lo abstracto?
Es indistinto, ¿vos sabés? Es decir, la historia te transmite algo que está, directamente, relacionado con la sensibilidad del tipo que la transmite. Yo, por ejemplo, soy un tipo figurativo porque me sale la figuración. Tuve que hacer un trabajo de estudio. Yo estudié Anatomía, como Leonardo, disecando cadáveres. Entonces, en alguna manera, eso se me quedó fijado. Yo sé de dónde se inserta un músculo, hasta dónde va; cómo se engancha un hueso con el otro; dónde está el corazón, qué tamaño mide. Lo vi, lo olí. Esas son cosas muy fuertes, porque, a la vez, las viví. O sea, todo estudiante de Medicina hace eso y yo en realidad tuve esta posibilidad por haber estado metido en ese momento. Desde otro lugar se vería como una cosa casi cruel y macabra. Sin embargo, eso, científicamente, está aceptado. Esa es mi formación, por eso yo soy figurativo.
¿Podría ilustrarse la literatura infantil con ilustraciones abstractas?
Sí, creo que ese es como el destino. A eso estoy yendo yo. Cuando les hablaba de ese cuadro azul con las rayitas, que tiene que ver con que en realidad se arma esto como si fuera la intención que yo veo, por ejemplo, en mis niños, que vuelvo a decir que son mi ejemplo y mi fuente de alimento porque todo el tiempo estoy tomando sus imágenes y reelaborándolas.
Mi primer hijo, que ahora va a ser Psicólogo, tenía unos íconos, que eran sus casitas, que él repetía, como todo niño que va repitiendo como una cosa casi ritual que tiene. Y de pronto, yo tomé ese elemento como parte de la obra, como disparador de la obra.
Ahora trabajo para el Jardín de mis hijos Jerónimo y Magalí. Con diseños de Jerónimo hice que los niños del jardín rediseñaran los diseños de él y a su vez, yo rediseñé el diseño de los niños del jardín.
Entonces, en alguna manera, estoy tratando todo el tiempo de ver de qué manera el niño se adueña de eso y lo comunica. Por eso, no es que esté en contra de esta especulación o este manipuleo, pero es el mismo problema que tengo con la educación.
Creo que la educación es autoritaria. He estado haciendo talleres con docentes y el mayor enemigo del arte en las escuelas es el maestro. O sea, decididamente.
¡Vi una maestra forcejear con un niño el lápiz para manejarle a dónde tenía que ir la raya!
Una seño de grado…
Una seño de grado, que en realidad es la que está con el chico. Mirá, las asignaturas, peor, peor. Yo no creo en las asignaturas y los programas son algo que van muy en contra... y no lo digo porque… tráiganme al Ministro de Educación, yo no tengo problema… (risas)
A mí me han planteado, en un momento en el que hago un trabajo, unos cuadernillos, en donde resuelvo -siguiendo con esto que les estoy contando- un personaje que era una mezcla de Sendra, Quino, porque, en realidad, me alimenté de la figuración que los niños ya tenían incorporada y me parecía que una de las cosas más copadas que yo podía ver en esto era la falta de soporte real. Es decir, poder plantear una comunicación más expresiva, en la cual el niño se identificara a partir de la mancha, de la imperfección. Expuse esto en una de las muestras que se hizo, en el Pabellón Argentina, de las obras censuradas.
¿Se acuerdan que estuvieron los curas de nuevo censurándolas?
Bueno, yo expuse ahí las correcciones que me hace una Ministra. Ella marcaba globitos y me contaba los dedos que había dibujado en las manos. Entonces decía, “le faltan dos dedos”, “le falta…” ¿Me entendés?
¡Las Superpoderosas no tienen ningún dedo!, por ejemplo. Y a la Superpoderosa, si se le acerca un chico y ella le dice, “la teoría de la relatividad es así” te juro que ese chico entiende la teoría de la relatividad, inmediatamente, porque creo que lo que no se atiende es a eso.
Es decir, han tenido mucha necesidad de controlar, que en realidad ése siempre es el móvil. En una sociedad, en donde, de pronto, deja manifestar situaciones de irregularidad, se le arma un lío bárbaro. Y sale a la luz que realmente hay problemas, lo cual es la única alternativa que tiene el humano, porque no cree que la única forma de solucionar este planeta es haciéndose cargo de los problemas.
No planteo esto como si fuera “una cosa de víctima”.
Entonces esa cosa de estar vedado hace que los niños, cuando empiezan sobre todo, tengan una gran competencia con “lo que es el mundo racional”. Es como si, de pronto, se hubiera aceptado que “la razón común”, “el común denominador” fuera “la realidad”.
Eso no es “la realidad”, que en el caso de aplicarlo a un niño lo está condicionando a que, justamente, se manifiesten las soluciones de los problemas. Yo creo que en esta cadena biológica hay una ergonomía en la cual, realmente, hay una armonía entre los habitantes de este sitio. Si la gente se relajara esto funcionaría. Debería ocurrir esa historia del feeling. Esa historia de la empatía que cree que es generadora de mucha energía. O sea, todo está planteado para aislar y para, de alguna manera, quitarle potencia a la acción individual. Yo no creo en eso. En principio, no soy de ningún club de fútbol, lo cual habla de que no participo en ninguna agrupación, no soy parte de nada, y sin embargo, tengo la posibilidad de formar parte de este todo. En realidad, es como que lo que me cabe a mí es nada más; en este momento pienso ponerme en un lugar de trabajo ya más consciente con relación a eso. Lo primero que voy a hacer son talleres. O sea, me dedico a la docencia.
Pero qué bien…
Sí, es una novedad que acabo de plantear.
Cuando charlamos sobre “su lugar en el mundo”, respondió “Villa Las Rosas” (Traslasierras), por el feeling, los saludos, “un ecosistema natural que permite sanarse”. En ese sentido, desarrolló la dicotomía pueblo-ciudad y derivó sus reflexiones a las responsabilidades sociales, gubernamentales, educativas, familiares:
-Hay todo el tiempo en esta historia del arte, una permeabilidad al manipuleo, es decir, eso que yo creo, que en realidad es la única función que le ha quedado a esta situación de gobierno, de poder, o sea, no le veo otra… desde arriba, es una situación de estructura. Uno plantea la reorganización de la educación para ver los encuentros y congresos, y en realidad, vos ves que se abstrae a la historia cada vez más. O sea, cada vez más, es como un laboratorio. Yo he trabajado con mucha gente pero los más complicados para comprender son los de Ciencias de la Educación. Pero… ¡yo nunca vi gente tan rebuscada para comunicarte algo! Estaban todo el tiempo “sí, pero no…”. Vos sabés que ¡fue increíble! Yo hice el animado de todos los ingresos a la Facultad de Filosofía. Bueno, llega la parte que a un nenito lo llevan de la mano. Y decían ¡“sí que lo ayuda, que no, de la mano, que sí que lo empuja, no te dije que se caiga”! ¿Me entendés? Algo muy absurdo, ¡en ningún lado está tan dividida la opinión! (risas) Pero está dividida profundamente…
Les pregunté de dónde nace la escuela y me dicen: “Sí, los ingleses cuando hicieron la Revolución Industrial no tenían dónde dejar los nenes, entonces los mandaron a las escuelas” (breve silencio).
Ésa es la escuela, en el fondo no ha superado esa instancia. Sigue siendo un albergue en donde los padres depositan los chicos para hacer las tareas de compromiso social. No pasa de eso, está todo así. Por más que lo nieguen, que lo den vuelta.
Un padre artista plástico preocupado por los objetos de mercado que consumen los niños
Jorge nos cuenta que, como papá dialogó con una docente de la escuela de sus hijos preguntándole: -¿A usted no se le ocurrió preguntarse qué hacen estos chicos durante cuatro horas? Y llegan a la casa y los papás lo hacen ver Tinelli. Ahora están con los Pells. Están todo el tiempo activándole un bajo astral. Es decir… exhibicionismo… pornografía. ¡No! ¡Eso es de acuerdo a tu capacidad de recepción! Hay que entender que es algo muy fuerte que, sinceramente, no corresponde el hecho de que a un niño se lo bombardee todo el tiempo con una situación que, lo que en realidad le hace, es estimulación sexual temprana. Es una cuestión que luego genera millones de patologías psicológicas respecto al sexo. Creo que esa es la gran problemática que en este momento hay.
Sumado el hecho de acceso a drogas, lo cual plantea un estado alterado en el cual se potencia ciertos mecanismos que te mueven la endorfina y te genera una situación de predisposición al hecho…
Pensando lo que dijiste respecto a la comunicación, cómo llegaste a todo esto.
Siempre tuviste al lector “en diálogo”, con la posibilidad de “escuchar al otro” para llegar a “ese lugar”…
La mayoría de las veces yo no leo los textos que ilustro, porque muchas veces me los lee Sole, mi mujer, y otras veces nada más los siento. En realidad funciona como un disparador de imágenes…
Que vos no leas los textos, o te los lea tu esposa…
Yo no soy un gran lector, he leído en la adolescencia. Sí, he leído los clásicos, Cortázar, Sábato. No he leído Borges porque nunca me interesó. Y vos decís soy parte de todo esto. Sobre todo de la movida de Jorge Casas, García Márquez. Es decir, ser latinoamericano, de formar parte de una cosa.
Pero el tema que hablábamos antes, de qué es lo que se transmite en los libros. Es lo que decía antes: hay lenguajes que requieren de un proceso de mucho trabajo, pero hay otros que son más intuitivos…
Es una necesidad y como yo la tengo conectada al bolsillo, estoy ahí “al pie”. He aprendido el oficio desde ese lugar. Este es el tema en donde quién es el interlocutor, con quién fluye eso o no. Tengo casos como el Museo de los Niños en el cual trabajando he podido hacer un dúo con Sabrina Villagra, la directora, muy interesante. En principio fui el que hizo la puesta en escena de lo que fue el museo después de que se inundó, hace ochos años quedó todo bajo el agua. Ahí se arrancó todo lo que ahora visualmente se mantiene como el museo. Y me quedé trabajando para todas las muestras interactivas que hubo: María Elena Walsh, Quino.
Mi tarea es poner en el papel lo que la gente va a ver. Y, realmente, si yo me ponía en la problemática del tipo que estaba inventando, al mismo tiempo que yo, la maquinita para escribir letras o poesía, no hubiera conseguido la espontaneidad y la cercanía con eso que va a pasar. Porque lo que pasa no tiene nada que ver con lo que uno piensa.
Y en esa espontaneidad, ¿cuánto interviene, cuánto dejás que intervenga, en este caso la editorial, el autor del libro?
Yo he sido siempre un carente afectivo (risas).
Yo tengo un problema bárbaro con eso, porque siempre me parece que el otro tiene razón (risas).
Entonces, siempre he sido muy dócil.
-Hay todo el tiempo en esta historia del arte, una permeabilidad al manipuleo, es decir, eso que yo creo, que en realidad es la única función que le ha quedado a esta situación de gobierno, de poder, o sea, no le veo otra… desde arriba, es una situación de estructura. Uno plantea la reorganización de la educación para ver los encuentros y congresos, y en realidad, vos ves que se abstrae a la historia cada vez más. O sea, cada vez más, es como un laboratorio. Yo he trabajado con mucha gente pero los más complicados para comprender son los de Ciencias de la Educación. Pero… ¡yo nunca vi gente tan rebuscada para comunicarte algo! Estaban todo el tiempo “sí, pero no…”. Vos sabés que ¡fue increíble! Yo hice el animado de todos los ingresos a la Facultad de Filosofía. Bueno, llega la parte que a un nenito lo llevan de la mano. Y decían ¡“sí que lo ayuda, que no, de la mano, que sí que lo empuja, no te dije que se caiga”! ¿Me entendés? Algo muy absurdo, ¡en ningún lado está tan dividida la opinión! (risas) Pero está dividida profundamente…
Les pregunté de dónde nace la escuela y me dicen: “Sí, los ingleses cuando hicieron la Revolución Industrial no tenían dónde dejar los nenes, entonces los mandaron a las escuelas” (breve silencio).
Ésa es la escuela, en el fondo no ha superado esa instancia. Sigue siendo un albergue en donde los padres depositan los chicos para hacer las tareas de compromiso social. No pasa de eso, está todo así. Por más que lo nieguen, que lo den vuelta.
Un padre artista plástico preocupado por los objetos de mercado que consumen los niños
Jorge nos cuenta que, como papá dialogó con una docente de la escuela de sus hijos preguntándole: -¿A usted no se le ocurrió preguntarse qué hacen estos chicos durante cuatro horas? Y llegan a la casa y los papás lo hacen ver Tinelli. Ahora están con los Pells. Están todo el tiempo activándole un bajo astral. Es decir… exhibicionismo… pornografía. ¡No! ¡Eso es de acuerdo a tu capacidad de recepción! Hay que entender que es algo muy fuerte que, sinceramente, no corresponde el hecho de que a un niño se lo bombardee todo el tiempo con una situación que, lo que en realidad le hace, es estimulación sexual temprana. Es una cuestión que luego genera millones de patologías psicológicas respecto al sexo. Creo que esa es la gran problemática que en este momento hay.
Sumado el hecho de acceso a drogas, lo cual plantea un estado alterado en el cual se potencia ciertos mecanismos que te mueven la endorfina y te genera una situación de predisposición al hecho…
Pensando lo que dijiste respecto a la comunicación, cómo llegaste a todo esto.
Siempre tuviste al lector “en diálogo”, con la posibilidad de “escuchar al otro” para llegar a “ese lugar”…
La mayoría de las veces yo no leo los textos que ilustro, porque muchas veces me los lee Sole, mi mujer, y otras veces nada más los siento. En realidad funciona como un disparador de imágenes…
Que vos no leas los textos, o te los lea tu esposa…
Yo no soy un gran lector, he leído en la adolescencia. Sí, he leído los clásicos, Cortázar, Sábato. No he leído Borges porque nunca me interesó. Y vos decís soy parte de todo esto. Sobre todo de la movida de Jorge Casas, García Márquez. Es decir, ser latinoamericano, de formar parte de una cosa.
Pero el tema que hablábamos antes, de qué es lo que se transmite en los libros. Es lo que decía antes: hay lenguajes que requieren de un proceso de mucho trabajo, pero hay otros que son más intuitivos…
Es una necesidad y como yo la tengo conectada al bolsillo, estoy ahí “al pie”. He aprendido el oficio desde ese lugar. Este es el tema en donde quién es el interlocutor, con quién fluye eso o no. Tengo casos como el Museo de los Niños en el cual trabajando he podido hacer un dúo con Sabrina Villagra, la directora, muy interesante. En principio fui el que hizo la puesta en escena de lo que fue el museo después de que se inundó, hace ochos años quedó todo bajo el agua. Ahí se arrancó todo lo que ahora visualmente se mantiene como el museo. Y me quedé trabajando para todas las muestras interactivas que hubo: María Elena Walsh, Quino.
Mi tarea es poner en el papel lo que la gente va a ver. Y, realmente, si yo me ponía en la problemática del tipo que estaba inventando, al mismo tiempo que yo, la maquinita para escribir letras o poesía, no hubiera conseguido la espontaneidad y la cercanía con eso que va a pasar. Porque lo que pasa no tiene nada que ver con lo que uno piensa.
Y en esa espontaneidad, ¿cuánto interviene, cuánto dejás que intervenga, en este caso la editorial, el autor del libro?
Yo he sido siempre un carente afectivo (risas).
Yo tengo un problema bárbaro con eso, porque siempre me parece que el otro tiene razón (risas).
Entonces, siempre he sido muy dócil.
Le llevamos a Jorge La gran ocasión, obra de Graciela Montes, y elegimos una cita para charlar: “Leer es algo más que descifrar, aunque toda lectura suponga un desciframiento. Leer es construir sentidos. No sólo se lee lo que está cifrado en letras, se lee una imagen, la ciudad que se recorre, el rostro que se escudriña. Se buscan indicios, pistas y se construye sentido. Se arman pequeños cosmos de significación en los que uno como lector queda implicado…” (MONTES: 2007)
Desde allí, dialogamos:
Desde allí, dialogamos:
Temas o personajes en los que “tu lector queda implicado”…
-Yo en realidad lo que en un momento resolví fue una cosa que, generalmente, se llama lenguaje personal. Yo usaba eso para decir lo que yo hacía, pero creo que no abarca totalmente la historia.
Porque en realidad es como que creo que cada cosa se dice en distinto tono. Es decir, si bien se puede interpretar de muchas maneras hay tonos distintos para cada historia, entonces, de pronto, me dí cuenta que era limitado mi lenguaje personal. Si yo lo aplicaba en todo, es como que estaba hablando todo el tiempo de lo mismo. Es como si cantara todo el tiempo vidalas ¡aburridazo, ¿viste?! Si bien lo mío no era vidala, de pronto aburre. De ahí es como que “rompí con mi propio muñeco”. Esa es la tarea, por eso les decía en un principio, mi propósito está relacionado ahora con el hecho de poder obtener algo que no sea “lo que yo veo”, que es lo que he visto que he hecho durante estos años.
Sino algo que esté más descargado. Creo que en realidad hay mucha necesidad de que ocurra esto.
Justamente, no darle la posibilidad a la razón para que predomine. Sí, está bien, hay que ordenar conceptos. Sí, claro, para eso yo también fui al colegio y obedecía a una cantidad de mecanismos para complacer, pero que no se metan con el arte.
Si empiezan a meterse en eso: se equivocaron, porque es lo único que tiene el humano de libertad absoluta, la única posibilidad de brillar en este mundo. Claro que el hecho que un niño lea como hábito, hace que salga de la pasividad del formato de la tele o de otro tipo de comunicación al cual él no tenga un compromiso. Por supuesto. Por eso, decía antes, que formo parte de toda una gente que está relacionada a eso. Pero el tema de la colaboración del artista plástico ¡está verde!. Muy pocos editores yo creo que corren el riesgo que, de pronto, nada de lo que dice el cuento se vea, por ejemplo. Todo el tiempo están hablando de eso, cuál es el personaje que más… Claro que se gana plata con eso. Si yo tuviera un Clemente (personaje de Caloi) no estaría viviendo al día. A lo mejor sí. Pero quiero decir que empiezan a ser considerados como estructuras en las cuales vos ya ganás por el souvenir, por la camiseta, por el llavero. No solamente vos dependés de eso, sino que formás parte de un mercado, y por lo tanto, como tenés diversidad, ganás más.
La libertad más grande que vos nombrás de Caloi, no está en Clemente, la libertad más grande de Quino, no está en Mafalda…
Yo creo que, incluso, es más, por ejemplo, sé, porque he estado con Quino. No me lo ha dicho a mí, pero me lo han comentado, que él sufre mucho su trabajo. Sufre, se angustia. Ha vivido mal toda su vida. Es un arma de doble juego. Creo que Caloi es de otra generación, en donde no se tomó la vida tan en serio. Pero, ¡el tipo no la mató a Mafalda para no quedar mal con la humanidad! (risas) Yo lo experimento con Doña Jovita en Traslasierras. Es decir, es bárbaro cuando conseguís eso, ¿“alter ego” se llama? Una cosa que sale de vos y maneja todo, es el personaje. Pero, está muy limitado ese personaje. Está tan limitado como uno. Me reconozco como cualquier mortal que tengo un don que desarrollé y creo que todo el mundo trae un don. Lo desarrollé y tuve que romper con todo lo que me había impedido y había trabajado durante veinticinco años de mi vida, para poder convencerse de las alternativas maravillosas que este sistema tenía para toda mi capacidad y es una situación permanente. A partir de ahí; la otra mitad de mi vida, en realidad, estoy peleándome conmigo para no caer en esa situación, porque es horrible caerse ahí.
Sinceramente prefiero estar con la angustia de no saber qué es lo que voy a laburar la semana que viene, a la angustia de no saber qué voy hacer con ese personaje que están todos esperando para la semana que viene. ¡Te la regalo! No, no, a mí “no me da”. Es como que yo no estoy haciendo ninguna fuerza para “aportar a” -incluso antes hablé de Superhijitus, otro ícono-.
Es decir, ¡no te digo que el planteo era que si yo era o no anarquista! Porque todo el mundo me hablaba de “anarquista, anarquista”. Pero me dije: “¡pará un poco!, ¿y qué es eso?” Yo creo que nada más soy una persona sensible y la sensibilidad para que se manifieste, para que encaje, lo primero que necesita es que le abras la puerta y es lo que menos se hace. Se van poniendo rejas. Eso es lo que yo veo y ante eso reacciono y ahí meto todo en la bolsa. Porque a mí no se me ha dado la tarea de determinar cuál es el origen del mal. No soy Frodo Bolsón (personaje del Señor de los Anillos), ¡cosa que no me manden a tirar ningún anillo a ningún lado! (risas) ¡seguro que lo vendo y me como un asado! (risas)...
-Yo en realidad lo que en un momento resolví fue una cosa que, generalmente, se llama lenguaje personal. Yo usaba eso para decir lo que yo hacía, pero creo que no abarca totalmente la historia.
Porque en realidad es como que creo que cada cosa se dice en distinto tono. Es decir, si bien se puede interpretar de muchas maneras hay tonos distintos para cada historia, entonces, de pronto, me dí cuenta que era limitado mi lenguaje personal. Si yo lo aplicaba en todo, es como que estaba hablando todo el tiempo de lo mismo. Es como si cantara todo el tiempo vidalas ¡aburridazo, ¿viste?! Si bien lo mío no era vidala, de pronto aburre. De ahí es como que “rompí con mi propio muñeco”. Esa es la tarea, por eso les decía en un principio, mi propósito está relacionado ahora con el hecho de poder obtener algo que no sea “lo que yo veo”, que es lo que he visto que he hecho durante estos años.
Sino algo que esté más descargado. Creo que en realidad hay mucha necesidad de que ocurra esto.
Justamente, no darle la posibilidad a la razón para que predomine. Sí, está bien, hay que ordenar conceptos. Sí, claro, para eso yo también fui al colegio y obedecía a una cantidad de mecanismos para complacer, pero que no se metan con el arte.
Si empiezan a meterse en eso: se equivocaron, porque es lo único que tiene el humano de libertad absoluta, la única posibilidad de brillar en este mundo. Claro que el hecho que un niño lea como hábito, hace que salga de la pasividad del formato de la tele o de otro tipo de comunicación al cual él no tenga un compromiso. Por supuesto. Por eso, decía antes, que formo parte de toda una gente que está relacionada a eso. Pero el tema de la colaboración del artista plástico ¡está verde!. Muy pocos editores yo creo que corren el riesgo que, de pronto, nada de lo que dice el cuento se vea, por ejemplo. Todo el tiempo están hablando de eso, cuál es el personaje que más… Claro que se gana plata con eso. Si yo tuviera un Clemente (personaje de Caloi) no estaría viviendo al día. A lo mejor sí. Pero quiero decir que empiezan a ser considerados como estructuras en las cuales vos ya ganás por el souvenir, por la camiseta, por el llavero. No solamente vos dependés de eso, sino que formás parte de un mercado, y por lo tanto, como tenés diversidad, ganás más.
La libertad más grande que vos nombrás de Caloi, no está en Clemente, la libertad más grande de Quino, no está en Mafalda…
Yo creo que, incluso, es más, por ejemplo, sé, porque he estado con Quino. No me lo ha dicho a mí, pero me lo han comentado, que él sufre mucho su trabajo. Sufre, se angustia. Ha vivido mal toda su vida. Es un arma de doble juego. Creo que Caloi es de otra generación, en donde no se tomó la vida tan en serio. Pero, ¡el tipo no la mató a Mafalda para no quedar mal con la humanidad! (risas) Yo lo experimento con Doña Jovita en Traslasierras. Es decir, es bárbaro cuando conseguís eso, ¿“alter ego” se llama? Una cosa que sale de vos y maneja todo, es el personaje. Pero, está muy limitado ese personaje. Está tan limitado como uno. Me reconozco como cualquier mortal que tengo un don que desarrollé y creo que todo el mundo trae un don. Lo desarrollé y tuve que romper con todo lo que me había impedido y había trabajado durante veinticinco años de mi vida, para poder convencerse de las alternativas maravillosas que este sistema tenía para toda mi capacidad y es una situación permanente. A partir de ahí; la otra mitad de mi vida, en realidad, estoy peleándome conmigo para no caer en esa situación, porque es horrible caerse ahí.
Sinceramente prefiero estar con la angustia de no saber qué es lo que voy a laburar la semana que viene, a la angustia de no saber qué voy hacer con ese personaje que están todos esperando para la semana que viene. ¡Te la regalo! No, no, a mí “no me da”. Es como que yo no estoy haciendo ninguna fuerza para “aportar a” -incluso antes hablé de Superhijitus, otro ícono-.
Es decir, ¡no te digo que el planteo era que si yo era o no anarquista! Porque todo el mundo me hablaba de “anarquista, anarquista”. Pero me dije: “¡pará un poco!, ¿y qué es eso?” Yo creo que nada más soy una persona sensible y la sensibilidad para que se manifieste, para que encaje, lo primero que necesita es que le abras la puerta y es lo que menos se hace. Se van poniendo rejas. Eso es lo que yo veo y ante eso reacciono y ahí meto todo en la bolsa. Porque a mí no se me ha dado la tarea de determinar cuál es el origen del mal. No soy Frodo Bolsón (personaje del Señor de los Anillos), ¡cosa que no me manden a tirar ningún anillo a ningún lado! (risas) ¡seguro que lo vendo y me como un asado! (risas)...
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